Hoy no os dejaré una receta concreta, más bien será una receta de la no-receta con algunos trucos. Sea como sea, me apetecía mostraros algunos de los muchos panes que hago cuando estoy investigando y probando nuevas fórmulas en mi cocina, o cuando sencillamente me pongo a hacer pan sin pensar muy bien que voy a usar y añado un poco de esto y otro poco de aquello hasta que tengo la consistencia que busco. A veces sencillamente lo que hago es gastar restos de harinas que tengo el cajón: un culín de centeno, otro de cebada, un resto de harina de maíz... Y otras veces me inspiro sobre la marcha cuando tengo el cajón abierto y veo las harinas, las semillas, los cereales...
Hacer pan me da la libertad de jugar y de experimentar, ya que con algunas (pocas) pautas básicas el resultado siempre sale bien. Además no importa si queda bonito o feo, yo siempre los encuentro preciosos cuando salen del horno con su greñado, su corteza crujiente, su bonito color tostado y ese toque rústico tan típico de las cosas caseras.
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Pan de molde integral con salvado de trigo, salvado de avena y copos de avena. |
Mi primera pauta: la proporción de los ingredientes. Tengo memorizada la receta básica de pan, la que nunca falla, la que me permite valorar la calidad de una harina. Son sólo 4 ingredientes: 500g de harina panificable, entre 300 y 350g de agua, 1 cucharadita de sal y 10g de levadura fresca o una cucharadita de levadura seca.
La cantidad de agua. Esos panes integrales. Es curioso, lo que más horneo es pan integral, y las masas para estos panes siempre "te piden" más agua que los panes blancos. Pero hay que ser precabida, así que primero añado el mínimo y el resto de agua a cucharaditas para no pasarme.
Enriqueciendo la receta. Miel, mantequilla, semillas, salvado, muesli, nueces... son algunos de mis ingredientes favoritos en casi cualquier pan.
Jugando con el proceso de elaboración. A veces hago el pan todo seguido (método directo), pero otras veces prefiero hacer una fermentación en frio. Es una de mis técnicas favoritas, ya que me permite usar la mitad de levadura o menos, amasar el pan un día y al día siguiente, con la calma después de que la masa haya fermentado lentamente en la nevera desprendiendo todo su aroma, formarlo y hornearlo. Si te interesa este método, puedes leer más sobre él aquí.
Los prefermentos. Me declaro una fan absoluta de la pasta fermentada. Yo preparo una tanda todas las semanas. La uso para todo. Tanto vale como para enriquecer un pan (aquí tenéis recetas de todo tipo incluidas cocas de brioche), como para hacer una masa de pizza, como para hornearla directamente (no olvidemos que la pasta fermentada es una masa de pan que se ha dejado levar en frio, es decir, un pan al que le hemos aplicado un método indirecto). Además se conserva una semana en la nevera en perfectas condiciones y se puede congelar (yo lo hago en porciones de 150g que descongelo durante la noche a temperatura ambiente). Vamos cero inconvenientes, y todo ventajas.
El horneado. No me cansaré de repetirlo, lo más dificil del pan es hornearlo para conseguir una corteza crujiente, y en los hornos caseros, sin piedra para horno eso es casi un milagro (yo lo he conseguido sólo con este pan). Piedra bien caliente, vapor y control de la temperatura, todo explicado aquí.
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Pan integral con harina de trigo integral , harina de centeno y miel fermentado en frio durante toda la noche y horneado en piedra. |
Antes de acabar con el post de hoy sólo comentaros que el 16 de octubre se celebra la 7ª edición del World Bread Day. Toda la información sobre como participar la podéis encontrar aquí y aquí. Yo ya estoy pensado en mi receta, y vosotros ¿os lo vais a perder?
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